sábado, 26 de diciembre de 2020

Brooklyn Nets empieza dando miedo

Ciertos interrogantes se presentaban a principios de temporada respecto al equipo con sede en Brooklyn. Expectantes estábamos por ver si el equipo de Joseph Tai, tendría buena química o bien sería un polvorín. El sorprendente nombramiento como entrenador jefe, al novato en estas lindes, Steve Nash, unido al comportamiento que tendrían en cancha dos estrellas del calibre de Kevin Durant e Kyle Irving, después de largos tiempos de inhabilitación, nos hacían ser precavidos en cuanto a un veredicto positivo o negativo al respecto.

Pues bien, se han necesitado tan solo dos partidos para ver que este equipo va en serio y para comenzar, ha dado un golpe encima de la mesa. De inicio, las sendas palizas a Golden State Warriors y sobre todo a Boston Celtics, un contender en la conferencia Este, lo rubrican.

El éxito o el fracaso de este equipo se medirá en gran parte del nivel y compenetración que demuestren sus dos grandes estrellas: Kevin Durant y Kyle Irving. El primero tras estar más de un año lesionado debido a su rotura del tendón de Aquiles, ha demostrado que vuelve a ser el de antes, con un nivel excelso tanto ofensivo como defensivo. El segundo no le ha ido a la zaga. Dos exhibiciones, han hecho recordar a la mejor versión del controvertido base.

Gran parte de las acciones ofensivas del equipo pasaran por sus manos, pero estos Nets encuentran en su quinteto titular otras armas de gran valor. El acierto exterior del alero Joe Harris, toda una garantía desde la línea de tres, los más de veinte puntos por partido que hizo Spencer Dinwiddie le harán ser la tercera baza ofensiva de este equipo y los rebotes e intimidación del veterano DeAndre Jordan, consolidan un quinteto preparado para todo.

Pero no todo se termina en los jugadores que disputaran más minutos dentro de la cancha. Desde el banquillo nos encontramos con hombres de la talla de Jarret Allen, Caris Levert, Landry Shamet o Jeff Green que redondean una plantilla muy equilibrada.

Y para manejar este elenco de jugadores, nada más y nada menos, que todo un All Star como Steve Nash. Sí, un novato dirigiendo un equipo, pero cabe recordar que fue un jugador extremadamente inteligente dentro de la cancha. Si consigue trasladar toda su sabiduría, su conocimiento en coexistir con otras estrellas, el éxito está garantizado.

Los aficionados nos encontramos con un equipo que nos ha hecho disfrutar estos dos primeros partidos, pero de bien seguro al resto de franquicias no les ha hecho la misma gracia, porque estos Brooklyn Nets empiezan dando miedo.

viernes, 25 de diciembre de 2020

¿Qué te ocurre Harden?

“Si tienes un sueño, persíguelo cueste lo que cueste”. Estas palabras salían de la boca en una entrevista del hombre del que todo el mundo habla en este principio de temporada de la NBA, James Harden.

La “barba” acaba de ser multado con 50.000 dólares por violar los protocolos de salud y seguridad de la NBA. Harden se habría saltado estas normas, cuando acudió a una fiesta privada el 21 de diciembre. Este hecho ha provocado también la suspensión del primer partido que deberían disputar los Rockets ante los Thunder, por no disponer de jugadores suficientes.

El jugador que fuera elegido el nº 3 del draft del 2009 dista lejos hoy por hoy, de ser un jugador serio y profesional. Pasado de peso, sus reiteradas y conocidas visitas a clubs de striptease, sus apariciones en éstos sin llevar la mascarilla lo dejan en muy mal lugar. Harden enfadado con los dirigentes de los Rockets, al que les ha exigido un traspaso, parece haber arrojado la toalla.

Su actitud no deja de sorprender. Un jugador que siempre ha luchado por hacerse un hueco en la liga, hasta llegar a ser una estrella de la competición, contrasta con la dejadez mostrada estos últimos tiempos.

Cabe recordar que fue pieza clave en aquellos bisoños Thunder junto a Kevin Durant y Russell Westbrook. Siendo el complemento de ambos desde el banquillo, motivo por el cual se llevó el premio al mejor sexto hombre en la temporada 2011-2012. Aquellos Thunder fueron capaces de llegar a las finales de la NBA ese mismo año, en el que cayeron ante los Miami Heat de Lebron James, Ray Allen y compañía.     

Posteriormente fue traspasado a Houston, donde tendría todo el protagonismo que él reclamaba y que en el equipo que Oklahoma tenía que compartir. Allí explota y convierte al equipo de Texas en un fijo en los playoffs, llegando a dos finales de conferencia en los que caerían contra los todopoderosos Golden State Warriors.

Harden, a sus 31 años y siendo el máximo anotador de la competición los tres últimos años, parece agotado y su ciclo en los Rockets, también. Tendremos que ver en las próximas fechas si todas estas acciones poco profesionales son una manera de presionar buscando un traspaso a un equipo con garantías de conseguir ese tan deseado anillo, o por el contrario se debe a un agote psíquico ocurrido por estar tantas temporadas al máximo nivel. Sea como fuere nos gustaría preguntarle a la zurda con más clase de la NBA, ¿Qué te ocurre Harden?

martes, 22 de diciembre de 2020

John Wall quiere derribar el muro

Esta próxima madrugada comienza una nueva apasionante temporada de la NBA, con muchos interrogantes sobre la mesa. ¿Serán capaces Los Ángeles Lakers de reeditar el anillo? ¿Giannis Antetokoumpo llevará a la gloria a los Milwaukee Bucks después de renovar? ¿Podrán los Clippers levantarse e intentar ser campeones, después de haber sido la gran decepción la temporada pasada?

Todos estos interrogantes se irán despejando a lo largo de los próximos meses. Incógnitas a las cuales tendremos respuesta. Y esto no sólo sucede a nivel de franquicias, sino también cuanto a jugadores. 

Sobre el papel, uno de los jugadores que deberemos seguir, no es otro que John Wall. El de Carolina del Norte quiere redimirse y ser una pieza muy importante en su nuevo equipo, los Houston Rockets.

Wall a sus treinta años quiere derribar el muro. Un muro que no es otro que hacer callar a la gente que lo daba ya por perdido y retirado, tras estar casi dos años lesionado. En diciembre de 2018 cayó lesionado de un talón y posteriormente se rompió el Talón de Aquiles mientras estaba en casa recuperándose. Todos estos problemas le hicieron perderse el resto del 2019 y toda la temporada anterior. En resumen, mucho tiempo fuera de una cancha de baloncesto.

El que fuera nº 1 del draft de 2010, abandonó Washington por la puerta de atrás. Traspasado a cambio de Russell Westbrook no fue capaz de llevar a unas finales de la NBA al equipo de la capital. Los Wizards le renovaron en 2017 por cuatro años a razón de 170 millones de $ y entre las lesiones y según dicen las malas lenguas, no muy buen feeling con la otra estrella del equipo, Bradley Beal, han hecho que su salida fuera crónica de una muerte anunciada.

Pero si hay algo peligroso y que no hay que dar por muerto nunca, es a un león herido. Así se le ha visto esta pretemporada. Rápido de movimientos y con hambre dentro de la cancha. Junto a DeMarcus Cousins, otro jugador con un largo tiempo de inactividad, pero con una clase indiscutible y con James Harden, si finalmente se queda, pueden ser un equipo que puede dar muchos quebraderos de cabeza, cuando llegue el momento crucial de la temporada. 

lunes, 21 de diciembre de 2020

La sonrisa inagotable de Carlos Delfino

“Yo no pido nada. Soy medio camaleón, trato de adaptarme a lo que hay y de ayudar con lo que pueda. Por ahí lo mío no luce tanto. Y está bien que así sea”.  Estas palabras reflejan perfectamente la personalidad de Carlos Delfino, todo un Campeón Olímpico. Un jugador que ha vivido en la sombra, sabedor que los flashes en la selección recayeron en Ginóbili, Scola o Nocioni, sin que ello le importara lo más mínimo.

Delfino, se define como un hombre sencillo. Amante de su Santa Fe natal (es Embajador Deportivo de la ciudad), aficionado a la pesca (donde consigue desconectar y recargar pilas), no se le caen los anillos al afirmar que todavía a su edad sigue viendo El chavo del 8.

Carlos, a sus 38 años se encuentra disfrutando del baloncesto en la Lega Italiana, en las filas del Victoria Libertas de Pesaro. Miembro de la Generación Dorada del baloncesto argentino y con una larga trayectoria en la NBA, donde jugó en cuatro franquicias (Detroit Pistons, Toronto Raptors, Milwaukee Bucks y Houston Rockets), vuelve a sonreír en una cancha de baloncesto.

Pero no todo ha sido un camino de rosas para él. Tras ser elegido en la primera ronda (puesto 25) en el Draft del año 2003 por Detroit Pistons y conseguir al año siguiente el Oro en los JJOO de Atenas, se encontró que con tan sólo 22 años se había convertido en una estrella mediática. Este ascenso precoz provocó que Delfino se relajara y su juego se resintió en exceso. Vendrían temporadas grises, (especialmente en Toronto y en el equipo ruso del Khimki, donde no acabó de adaptarse al frío de la ciudad) y parecía que su carrera se había estancado.

“Nunca me enloquezco, nunca. Ni cuando me va bien ni cuando juego mal. Trato de estar con los pies en el piso. Tal vez hace un tiempo, cuando estaba medio verde, me ponía triste y quería mandar todo al carajo. Fue entre los 20 y los 25. Después me acomodé y me di cuenta de algunas cosas. Y me empecé a dedicar más a lo mío”. Así respondía Delfino cuando le preguntaban por esos años donde no vimos brillar su juego.

Por suerte esa experiencia europea, unida a una mayor madurez motivó el regreso de Carlos a la NBA de la mano de Milwaukee Bucks, donde siendo titular, mostró su mejor versión.

Tras su periplo en la NBA y después de permanecer cuatro años inactivo, regresó a su país a jugar en las filas del Club Atlético Boca Juniors. Las últimas temporadas y tras un breve paso por el Saski Baskonia, las ha pasado en Italia en el Fiat Torino y el Fortitudo de Bologna, donde ha vuelto a ser un jugador importante dentro de la cancha.

Delfino a pocos meses del inicio de los JJOO de Tokio, tiene la ilusión de un debutante y sueña con formar parte de la Selección Argentina este verano. Sin lugar a dudas, Carlos vuelve a sonreír.

sábado, 19 de diciembre de 2020

Sabonis, el pívot inteligente

Si hay una palabra con la que definiría a Arvydas Sabonis, esa sería sin ningún tipo de dudas, inteligencia. Sabonis, tenía una visión del juego espectacular, quizás me atrevería a decir que fue un jugador avanzado a su época. Arvydas era ese jugador, aunque mermado por su físico, que era capaz de leer con sus 2,21m de altura el partido en todo momento y saber elegir la mejor opción para su equipo. Pues el bueno de Sabas, está de celebración, pues cumple hoy 56 años.

Un pívot que hizo una gran carrera, tanto en Europa como en la NBA, aunque siempre nos quedará la duda de donde habría sido su techo si sus rodillas y su tendón de Aquiles le hubieran respetado.

Formó parte de esa gran selección de la antigua URSS, con Tkachenko, Homicius, Kurtinaitis, etc. que entre otros logros consiguió la medalla de oro en los JJOO de 1988 imponiéndose en la final a la Yugoslavia de Petrovic, Divac... Y capaz también de conseguir con Lituania, dos medallas de bronce en los JJOO de Barcelona en 1992 y Atlanta en 1996.

Tras una grave lesión en el tendón de Aquiles, abandonó el equipo de su ciudad natal, el Zalgiris de Kaunas y aterrizó en el Fórum de Valladolid, donde se recuperó e hizo disfrutar y mucho a los aficionados vallisoletanos. Posteriormente fichó por el Real Madrid, al cual llevó a ser campeón de la Euroliga de 1995.

Sabonis, dio ese mismo año el salto a la NBA con los Portland Trail Blazers, que lo eligieron en la 1ª Ronda del Draft de 1986, en la posición nº 24. El jugador lituano estuvo 7 temporadas promediando 12 puntos, más de 7 rebotes y 2 asistencias por partido. En su primera temporada fue subcampeón de los premios de Rookie del Año y Mejor Sexto Hombre. Pieza importante en el engranaje de los Blazers, un equipo que regularmente se clasificó para Playoffs.

Un jugador con una clase terrible, que fue muy buen acogido en los Blazers, en los que hizo unas muy buenas temporadas. Ya me hubiera gustado ver a mi a Arvydas en completas condiciones, ante Shaquille O´Neal en aquellos playoffs que los enfrentó a Los Ángeles Lakers.

El jugador lituano acabaría su carrera deportiva donde todo comenzó, en su casa, en Kaunas. Hace nueve años nos llevamos un buen susto, ya que tuvo un pequeño infarto de miocardio. Afortunadamente, se recuperó satisfactoriamente y ahora disfruta viendo a su hijo Domantas, seguir sus pasos en la mejor liga de baloncesto, en las filas de los Indiana Pacers.

viernes, 18 de diciembre de 2020

El día en que Badalona tocó el cielo con sus manos

Hubo un día que una ciudad no podrá olvidar fácilmente. Un día en que sus habitantes tocaron el cielo. El equipo de la ciudad se había proclamado Campeón de Europa de baloncesto y yo tuve la suerte de vivir en primera persona.

Para los que hemos nacido y vivido en Badalona lo ocurrido el año 1.994 quedará grabado siempre en nuestras retinas. Debo reconocer que siendo de esta maravillosa ciudad, es muy difícil no amar el deporte de la canasta (el hecho de que la casa de mis padres se encuentre a escasos 300 metros del Pabellón Olímpico ha ayudado mucho), pero aquel triunfo fue la culminación y el reconocimiento a una forma de vida. La victoria de un deporte (el baloncesto) que es el número uno en la ciudad, por delante del todopoderoso fútbol. La victoria de un sentimiento, de una tradición, de un equipo con un núcleo fuerte formado por la cantera, acababa de derrotar al gran favorito del torneo y un equipo hecho a golpe de talonario, cómo el Olympiakos griego. 

Parece que fue ayer cuando me dirigía a la mañana siguiente al Instituto, después de haber vivido una larga noche, una noche que sabía que no iba a olvidar en toda la vida. Aquel camino dónde solía encontrarme a menudo a jugadores de la Penya cómo Alfons Albert o Dani Garcia (yendo a entrenar andando, cómo un ciudadano más muestra el aire cercano del club con la ciudad), me mostraban las caras de felicidad y satisfacción de la gente. La sonrisa en sus rostros, delataban que se sentían orgullosos de vivir y sentir ese sentimiento, que es ser de la Penya. 

Un sentimiento que no se borró cuando tan sólo dos años antes, aquel triple de Sasha Djordjevic rompía de un plumazo las ilusiones de toda la ciudad y daba el título europeo a un Partizan de Belgrado, que disputó muchos encuentros cómo local en Fuenlabrada debido a la guerra de los Balcanes.

El baloncesto hizo justicia y devolvía de la mano de Zelkjo Obradovic (precisamente el entrenador que dirigía a Partizan), el título que se había escapado de forma tan cruel, aquella maldita noche en Estambul.

Dirigidos por uno de los mejores entrenadores de Europa (si no el mejor), junto a un grupo de jugadores formados en el club cómo los hermanos Jofresa, Villacampa, Dani Pérez, Iván Corrales, Alfons Albert o Dani García y a jugadores de la talla de Ferran Martinez, Corny Thompson, Mike Smith o Juanan Morales fueron capaces de derrotar a clubs más poderosos económicamente.

Dejaron por el camino, nada más y nada menos que al Madrid de Sabonis en cuartos y a un Barcelona en semifinales, al que derrotaron muy cómodamente por 65 a 79 y que mostraba una vez más la maldición de Aito en las Final Four, pero es otra historia.

La final no fue precisamente una oda al ataque y al buen juego, pero sí que fue un encuentro en el que la emoción duró hasta el final. La victoria por 57 a 59 era la victoria de un club, de una pequeña ciudad que lograba derrotar a todo un Olympiakos que a base de talonario había logrado juntar a jugadores de la talla de Paspalj, Tarpley, Fassoulas o Sigalas. 

Un 21 de abril de 1.994 en Tel Aviv, ganó una forma de entender y de vivir el baloncesto. La victoria de una cantera que parece no acabar nunca: Margall, los Jofresa, Villacampa, Rudy Fernández, Ricky Rubio o Pau Ribas pueden dar fe de ello. Un triunfo que hoy en día los más pequeños en Badalona, junto a su pelota de baloncesto, sueñan en repetir. 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Porque la vida puede ser maravillosa

"Un genio inconsciente de su genialidad". Así definia Antoni Daimiel a su gran amigo, a Andrés Montes. El pasado mes de octubre se cumplieron once años desde que Andrés nos dejó y sin lugar a dudas, sigue estando en nuestra memoria. Montes, una persona que al verla siempre me transmitió buen rollo, buena onda, buen feeling... transmitía alegría. Era un comentarista que al escucharlo te subía el ánimo al momento.

Sentía un subidón cuando empezaba a escuchar la sintonía que ponían antes de empezar. Siempre empezaba con su voz tan característica diciendo "Bienvenidos al curso baloncestístico..." y de ahí hasta el final del partido, en el cual siempre ponían buena música, se me pasaba volando.

Tengo que reconocer que la NBA me ha gustado mucho antes de empezar a escucharle en los partidos, pero sus retransmisiones con el gran Antoni Daimiel eran algo más que una narración de un partido de la NBA. Podían hablar de comida, eran capaces de que un partido soporifero pasara volando con sus comentarios, sus anécdotas. Todo el rato estabas enchufado escuchando sus conversaciones, cómo por ejemplo debatir que unos novios se casen el mismo día que se celebra un Barcelona-Madrid.

Hizo que sus motes entraran a formar parte de mi vocabulario: "Vilma, ábreme la puerta", "Vaya pincho de merluza", "Es muy fácil, si lo intentas" y muchos más.

Recuerdo aquellas noches en las cuales, en ese momento, olvidabas los problemas del día a día, eran ellos y yo viendo un partido de baloncesto. Pasaron muchas cosas en mi vida, pero siempre intentaba no perderme sus partidos. En la época del nacimiento de mis hijos me hicieron sobrellevar aquellas noches de biberones. No quiero pensar las horas de sueño que esta pareja me ha quitado, pero realmente merecían la pena.

Fue un palo enorme el hecho de que los caminos de Montes y Daimiel se separaran, pero siempre tuve la esperanza de que se volvieran a encontrar y comentaran juntos los partidos. Actualmente las retransmisiones de Guille Giménez y Daimiel son una auténtica delicia y me hacen recordar en cierta manera aquellas mágicas madrugadas. 

Montes, siempre me pareció una persona que me hubiera encantado conocer, parecía sencilla y con un gran corazón. No hay nada más que escuchar a toda la gente que trabajó con él, que le sigue recordando con mucho cariño.

Sólo puedo darle las gracias a él y a Daimiel por aquellos ratos tan buenos que me hicieron pasar y por recordarme cada día una cosa: ¡QUE LA VIDA PUEDE SER MARAVILLOSA!

martes, 8 de diciembre de 2020

El día en que Reggie Miller mandó callar a los aficionados de New York

 Reggie Miller sin lugar a dudas, es uno de los grandes tiradores de la historia del baloncesto. Miembro del Salón de la Fama, su mecánica de tiro, sus 2.560 triples anotados en la NBA y su facilidad para anotar en los momentos calientes de los partidos, e avalan perfectamente. Un claro ejemplo de jugador resolutivo, nos lo mostró el día que fue capaz de anotar ocho puntos en menos de diez segundos.

Pero antes de adentrarnos en esta historia en sí, conviene hacer un poco de memoria:

A mediados de la década de los 90, la rivalidad entre dos de los equipos que militan en la NBA vivió su momento más álgido. Los enfrentamientos que disputaban New York Knicks y Indiana Pacers hacían saltar chispas. Sus partidos eran sinónimo de dureza, provocaciones, tánganas…

Uno de los episodios más espectaculares que se recuerdan, ocurrió en el primer partido de las Semifinales de los Playoffs al título de la temporada 94-95. New York e Indiana se vieron las caras tras derrotar en primera ronda a Cleveland y Atlanta, respectivamente.

El Madison Square Garden de New York, presentaba un lleno hasta la bandera. Todo estaba dispuesto para que New York consiguiera su primera victoria como local, pero...

Partido tenso, en el que New York liderados por su estrella, el pívot integrante del Dream Team Pat Ewing dejaban el partido casi sentenciado (105-99) a falta tan sólo de 18,7 segundos.

Los jugadores de New York celebraban en el banquillo la victoria. Todo el mundo daba el partido por terminado… todos menos Reggie Miller. Como diría el gran Andrés Montes llegó el “Tiempo de Miller, tiempo de killer”.

Miller nada más reanudarse el partido y en tan sólo dos segundos anotaba un triple, dejando la ventaja en tan sólo tres puntos.

Con 16 segundos por disputarse y con tres puntos de ventaja y balón en posesión, New York seguía siendo claro favorito a llevarse la victoria. Pero nada más sacar de fondo New York perdía el balón que llegaba a manos de Miller, a unos cuatro metros de canasta. En circunstancias normales cualquier jugador habría conseguido una canasta fácil, pero Miller tuvo la sangre fría de recular hacía la línea de tres y lanzar y anotar otro triple, que dejaba las tablas en el marcador.

En tan sólo cinco segundos Miller había sido capaz de empatar el partido y de dejar en un completo silencio el Madison Square Garden. Los jugadores de New York habían entrado en estado de shock, no se creían lo que les estaba pasando.

New York sacaba de nuevo de fondo y tras poner la pelota en juego, Indiana cometía falta sobre John Starks,  su base titular. Starks fue a la línea de personal y con el brazo encogido no logró anotar ninguno de los dos lanzamientos, dejando la última jugada del partido para Indiana.

Incomprensiblemente New York cortó la jugada haciendo falta sobre Miller que no desaprovechó la oportunidad y anotando los dos tiros libres ponía en ventaja en el marcador a Indiana. El final de partido de New York fue esperpéntico, siendo éstos incapaces de lanzar a canasta en la última jugada.

Indiana ganó este primer partido (con 31 puntos de Reggie Miller) y derrotó a New York en el séptimo partido de la serie, aunque caerían derrotados en la final de la Conferencia Este ante los Orlando Magic de un joven pívot que empezaba a despuntar en la Liga, Shaquille O´Neal.

sábado, 5 de diciembre de 2020

Los nuevos Atlanta Hawks con licencia para volar

 El aficionado de Atlanta Hawks vuelve a sonreír y no es para menos. Si hay un equipo que se ha movido bien en esta agencia libre reestructurando su plantilla, no es otro que el dirigido por Lloyd Pierce. Las nuevas adquisiciones ilusionan en una franquicia que aspira cómo poco a volver a jugar los Playoffs, tras no aparecer en ellos las tres últimas campañas.

Sin ningún tipo de dudas, Trae Young seguirá siendo el jugador franquicia y director de orquesta del equipo. Young a sus 22 años acaparará el juego y gran parte de los minutos desde la posición de base. El tejano que promedió más de 29 puntos y 9 asistencias por partido la pasada campaña, tendrá cómo escudero de lujo nada más y nada menos que a todo un campeón de la NBA, cómo Rajon Rondo.

Rondo, recién salido de los flamantes campeones en la burbuja de Orlando, Los Ángeles Lakers, aportará puntos y asistencias a unos Hawks necesitados de ello. A sus 34 años, podrá compartir minutos de escolta o de base en los momentos en que Young no esté en cancha. El cuatro veces All Star, con su veteranía y dos anillos en sus manos, debe ser el mentor y puede ser la mezcla perfecta del aún joven Trae Young.

A estos dos grandes jugadores, se les suma una nueva adquisición de los últimos días en el puesto de base. Éste no es otro que Kris Dunn, el que fuera elegido en el número 5 de la 1ª ronda del draft de 2016 por los Minnesota Timberwolves. La llegada de Dunn procedente de los Chicago Bulls viene a ampliar el roster de los de Atlanta. Si bien no es un jugador de relumbrón y que parece un poco estancado, sí que es muy interesante a nivel defensivo y cómo fondo de armario.

Una de las grandes deficiencias de los últimos años de los Hawks ha sido la falta de puntos. El bagaje ofensivo era muy pobre y para resolver este problema, ha mirado a jugadores del viejo Continente, contratando a Bogdan Bogdanovic y a Danilo Gallinari.

Bogdanovic, procedente de Sacramento Kings será la gran amenaza en el tiro exterior. Sus 15 puntos de promedio la pasada campaña dan fe de ello. El escolta serbio descartó enrolarse en los Milwaukee Bucks y percibirá 72 millones de dólares en las próximas cuatro temporadas. Por su parte el italiano Danilo Gallinari, aportará su clase y su lanzamiento desde media y larga distancia. A sus 32 años, ya asentado en la Liga durante muchos años se desembolsará 61,5 millones de dólares en los próximos tres años.

En la pintura, hombres cómo John Collins y Clint Capela y en menor medida Kevin Huerter y De´Andre Hunter, deben aportar puntos e intimidación. Collins hizo una muy buena temporada pasada promediando más de veinte puntos por partido y es de todos sabido, la capacidad que tiene Clint Capela en la captura de rebotes.

Otras incorporaciones quizás no tan llamativas, pero que pueden ser un revulsivo desde el banquillo son Solomon Hill, que llega de ser finalista con los Miami Heat y el elegido en la posición número seis de este pasado draft cómo es Onyeka Okonwu.

Atlanta tiene todos los mimbres para volar alto esta temporada y porqué no intentar parecerse a aquellos Hawks de Teague, Horford, Millsap y Korver que hace seis años fueron capaces de conseguir sesenta victorias en el curso 2014-2015.

La única pega, será no poder contar con Vince Carter, que se retiró la pasada temporada.  Sea cómo fuere este año, Atlanta tiene licencia para volar.

sábado, 21 de noviembre de 2020

Segundas partes sí pueden ser buenas

¿Quién no ha escuchado alguna vez, que segundas partes nunca fueron buenas?. Pues bien, el regreso de Ricky Rubio a los Minnesota Timberwolves es ya un hecho. El base del Masnou volverá a la que fue su casa durante seis años y de la que marchó en el año 2.017. Regresa tres años después, con la intención de asentarse, ser un referente en el equipo y decidido a que segundas partes sí puedan serlo.

 

Ricky, tras una buena temporada en Phoenix, en la que los Suns estuvieron a punto de entrar en los Playoffs, vio cómo de la noche a la mañana era traspasado a Oklahoma City Thunder, por el base All Star, Chris Paul. Dos días más tarde, en la noche del Draft, era rescatado por Minnesota. Tres equipos, en tres días. Así es el mundo NBA.

 

El caso de Ricky debe ser signo de estudio. Un base aplicado, nada egoista, que hace mejores a sus compañeros, pero que no ha tenido la confianza suficiente para poder seguir liderando dos proyectos muy prometedores de la Conferencia Oeste, cómo son los de Utah Jazz y Phoenix Suns. Quizás su inconsistencia en el lanzamiento exterior (mejorada los últimos años con la ayuda de Raúl López), haya podido ser una de las claves.

 

A sus 30 años y tras proclamarse campeón del mundo y ser el MVP del torneo con la Selección Española el verano pasado, parece haber encontrado una madurez y regularidad, que le vendrán de perlas a los de Minneapolis.

 

El equipo dirigido  por Ryan Saunders (hijo del mítico y ya fallecido, Flip Saunders que entrenara a los Timberwolves de Kevin Garnett, Latrell Sprewell y cía), debe de dar un salto de calidad este año y ser un contender a equipo revelación del año.

 

Pero para que ésto suceda, aparte de  Ricky, se deben sumar para la causa otros jugadores. Uno de ellos, debe ser sin duda, el flamante nº 1 del Draft, Anthony Edwards. Con 19 años, proveniente de la Universidad de Georgia, el escolta-alero, sin duda, se verá beneficiado por las asistencias recibidas  por el base español. Devin Booker, éste pasado año, puede dar fe de ello.

 

A Edwards, hay que incluir nada más y nada menos que a dos All Star, cómo son D´Angello Russell y Karl Anthony Towns. Dos jugadores bastante jóvenes, pero con ya gran experiencia en la Liga. El escolta deberá aportar puntos e intensidad al equipo. El pivot por su parte, tendrá que dar un paso adelante. Sin duda, ésta debe ser sú temporada. Por fin estará rodeado de jugadores que le deben hacer crecer.

 

Si a todo esto, se le suman jugadores cómo Layman, Okogie o quizás también Juancho Hernangomez, saliendo desde el banquillo, nos encontramos que los Timberwolves deben conseguir muchas más victorías que en campañas anteriores.  

 

Ricky, bajo mi punto de vista, vuelve a uno de los mejores lugares dónde puede estar, una vez los Suns se han desprendido de él. Conoce la indiosincracía de la franquícia, es respetado y sobretodo es muy querido por los seguidores de los Timberwolves. Sin duda, regresa decidido a demostrar que segundas partes sí pueden ser buenas.

lunes, 27 de enero de 2020

Lo que compartimos Kobe y yo

Triste, apagado, con un cierto escalofrío que me recorre todo el cuerpo. La sensación de que ya nada será como antes. De que una parte de tu vida, un capitulo se cierra definitivamente. Ese mismo sentimiento que sentí cuando nos dejó, también de forma muy repentina, el gran Andrés Montes.

La trágica notícia del accidente de helicoptero, con la muerte de Kobe Bryant, su hija y los otros siete acompañantes, me ha dejado en estado de shock, pero he querido juntar unas letras después de más de dos años sin hacerlo a modo de homenaje. Unas palabras que salen de mi cabeza de una manera muy personal, pero que me apetece compartir.

La NBA siempre me ha acompañado en este camino que es la vida. Me enganchó por completo en mi infancia, con esas batallas Lakers-Celtics en los años 80 y ya desde entonces formó parte de ella. Ese momento de la madrugada, sólo delante de la TV, esperando a ver el partido, era muy especial. Me servía también para relajarme y asimilar todo aquello que me iba pasando en mi vida, durante el día a día. Una sensación que supongo a más de uno le habrá sucedido y que duró unos veinte años, más o menos los mismos años que estuvo Kobe en la NBA.

Mi vida y la de Kobe no se parecen absolutamente en nada, salvo en la edad (él tenía 41 y yo 42), pero sin que él lo supiera compartimos muchas más cosas...

Kobe irrumpió en la Liga con esa chispa, ese descaro que te da la juventud. Esa misma fuerza que me hacían ver madrugada tras madrugada, un partido tras otro, sin que el cuerpo se resintiera. Las retransmisiones junto a Montes y Daimiel eran una delicia y verlas en el comedor de casa de tus padres a bajo volumen para no despertar al personal, no tenían precio. No había problema en trasnochar, el cuerpo lo aguantaba todo.

Los tres primeros anillos de Bryant (junto a un descomunal Shaq) llegaron relativamente pronto. La sociedad funcionó en esos primeros años casi a la perfección y coincidió con mis años en los que uno parece que se va a comer el mundo y todo rueda a favor.  El volumen del televisor dejó de ser un problema en esa época, ya que me independizé y evitaba así que mis padres me miraran como si fuera un bicho raro, viendo la TV a esas horas.

Tras estos años de victorias, llegó una larga travesía por el desierto para el bueno de Kobe. Problemas personales y deportivos le hicieron sufrir y madurar temporada tras temporada. Yo maduré junto a él, descubrí el maravilloso mundo de la paternidad. Coincidir la toma de los biberones con la hora del partido televisado era todo un reto. Todavía lo recuerdo como si fuera ayer. Una época muy bonita, pero de desgaste físico y psíquico, el mismo que tuvo Kobe.

Después de esos años infructuosos, vimos a un Kobe menos individualista. Junto a Pau Gasol, formó una gran pareja interior-exterior que dominó la NBA durante dos años más. Un Bryant, padre de familia, más calmado, al que se le veia disfrutar. Yo también disfrutaba, viendo crecer a mis hijos. Les iba enseñando ese fantástico deporte llamado baloncesto, aunque ya la energía no era la misma que años atrás y las madrugadas iban dejando paso poco poco a los resumenes diarios.

Volvieron años decepcionantes, que junto a una lesión grave en el tendón de aquiles, aventuraban el fin del camino y el momento de la despedida. Una despedida a lo grande, como toda su carrera y que marcaba el inicio de una nueva vida para Bryant. Personalmente coincidió también con el final y el inicio de otra manera de vivir, nuevas compañías, nueva casa, en la cual las noches de insomnio pasaron definitivamente al olvido. El desgaste de todos estos años me habían pasado factura y eso que yo no era el que estaba en la cancha...

Kobe, gracias por compartir conmigo todos estos años. D.E.P.