Cómo en todo deporte de equipo que se precie, la fama, los
focos, los minutos de televisión, se los suelen llevar las estrellas de éstos.
Si hiciéramos el símil en la NBA, sin duda hablaríamos del denominado jugador
franquicia. Un Lebron James, un Kobe Bryant, por poner un ejemplo. Un jugador
de esa magnitud, hace soñar a cualquier equipo con conquistar el anillo de
campeón.
Ahora bien junto con estos jugadores, existen otro tipo de
hombres indispensables. Estas personas más silenciosas, que hacen un
trabajo más sucio y que suelen tener siempre un rendimiento excelente. Esos
jugadores que todo entrenador sueña con tener.
Uno de estos jugadores, sin lugar a dudas había sido hasta
el año pasado, José Manuel Calderón. El base extremeño había cumplido a las mil
maravillas tanto en sus equipos NBA (Raptors, Pistons y Mavericks), cómo en la
Selección Nacional, hasta que le llegó la oportunidad de dirigir en pista a los
New York Knicks. Un equipo emblemático, el primer proyecto de Phil Jackson cómo
General Manager, parecían ser un regalo para el jugador español. Pero nada más
lejos de la realidad, el curso anterior resultó ser un fracaso enorme para los
de New York y en el que el de Villanueva de la Serena, disputó su temporada más
oscura en la NBA.
Lesiones, rumores de traspaso no ayudaron en nada a un
irregular José Manuel Calderón, que sólo disputó la mitad de partidos (42
partidos) de la temporada regular, con unas discretas estadísticas personales.
Recién cumplidos los 34 años comienza su segunda temporada
al mando de los Knicks, con renacidas ilusiones según reflejan sus palabras:
“Me estoy sintiendo muy cómodo, probablemente porque ya sé lo que los
entrenadores quieren, cuáles son los sistemas, cómo es la gente, etc…”.
Calderón será el hombre, que junto a Carmelo Anthony, las
adquisiciones de Aaron Affalo y Robin López y la del Rookie Letón Kristaps
Porzingis deban guiar a los Knicks a
mejorar la decepcionante temporada pasada, dicho de paso un reto que no debe
ser nada complicado.
Tras diez temporadas en la NBA, “Mr. Catering” (tal y cómo
le apodaba el añorado narrador Andrés Montes) debe recuperar la sonrisa que perdió
hace tan sólo unos meses. Si eso ocurre,
los aficionados de la Gran Manzana disfrutarán mucho este año y los abucheos se
dejaran de escuchar en el Madison Square Garden.